Posteado por: alejandrolodi | 8 junio, 2013

Correspondencias astrológicas con el arcano “El Emperador”

Beatriz Leveratto – Alejandro Lodi
(Año 2006)

Tarot y astrología

Con El Emperador, el desarrollo de la matriz de los arcanos mayores del tarot define un movimiento marcadamente masculino. Es el momento de la racionalidad, el orden, la definición de formas seguras. La creatividad debe ser estructurada, las pulsiones instintivas deben ser controladas. Es tiempo para que la razón, actuando de acuerdo a las leyes de la realidad objetiva, ilumine el caos inconsciente y torne previsible el futuro.

Hasta ahora, en los primeros arcanos la manifestación había sido muy natural, predominantemente ligada al mundo interno y, por lo tanto, femenina. Y también vimos como con La Papisa y La Emperatriz se plasmaba una profunda asociación lunar-venusina. De este modo, es posible percibir en este momento una sensación de completud femenina, un efecto ilusorio de plenitud, una especie de “paraíso” en el que todo es fecundidad, gestación, deleite, creatividad.

Ante tan contundente énfasis en estas cualidades femeninas, resulta natural la necesidad de un movimiento compensatorio hacia lo masculino, un movimiento de salida y diferenciación. Pero, podríamos preguntarnos ¿por qué habría que salir de allí? ¿dónde surge la necesidad de diferenciarse de una vivencia que parece completa? La respuesta está en que con El Emperador aparece la conciencia más específicamente humana, la conciencia de tiempo y espacio, esto es, de finitud. La sombra de aquella plena fecundidad y creatividad es la muerte, y El Emperador -consciente de ella- tratará de controlarla, hacerla previsible, o al menos demorarla.

En este sentido, en su libro Jung y el tarot, Sallie Nichols define este arcano como «padre de la civilización» y lo describe como aquel que “va a conseguir con esfuerzo un lugar donde estar de pié…”. Y Ken Wilber en Después del Edén afirma que cada estructura de desarrollo humano implica “un nuevo y superior miedo a la muerte…” que exige “símbolos, prendas y simulaciones de inmortalidad…”. Desde esta perspectiva, las construcciones (materiales e institucionales) de la civilización representan sus “símbolos de inmortalidad”, en tanto anhelan perdurar en el tiempo y, de este modo, conquistar y trascender la muerte.

De esta manera, en El Emperador se expresa la necesidad de definir una acción concreta y racional, una acción en el plano de las formas materiales, que organice la desbordante vitalidad activada en La Emperatriz (y que incluye tanto lo luminoso como lo oscuro, la vida y la muerte). Ya no es el placer del encuentro lo que orienta el deseo, sino la necesidad de orden para que el proceso no se malogre, para que la energía esté al servicio de lo constructivo y no de los excesos y caprichos de la naturaleza instintiva.

En relación con esto, vemos que a El Emperador le corresponde el “número 4”, esto es, el número que simboliza aquello que ha encarnado en la forma material. Asociado a la figura del “cuadrado”, este número remite a las cualidades de estabilidad, estructura, solidez, previsibilidad y certidumbre y, por esto mismo, implicará cierta tensión con lo creativo o conflicto con el libre fluir de la corriente vital.

En verdad, la aspiración de El Emperador es, en posesión del conocimiento de las leyes con que opera la realidad concreta, llevar adelante una acción que construya un orden que asegure permanencia. Siendo así, parece natural que este arcano aparezca asociado con las funciones planetarias de Saturno y Marte, con la particular cualidad que expresa Saturno en el signo de Aries o Marte en Capricornio.

Desde este punto de vista, la aparición de este arcano simboliza el intento de emerger del mundo mágico y mítico del inconsciente, de surgir de la indiferenciación básica pre-racional, hacia el mundo de la conciencia egoica y racional. Como veremos más adelante, este es un movimiento que recién se consumará en El Carro como un yo personal que actúa su deseo en el mundo social. Sin embargo, es aquí, en El Emperador, donde esta dirección emergente comienza a desarrollarse, todavía como el mandato de una autoridad externa, como un impulso o fuerza externa que obliga a diferenciarse de ese supuesto de completud femenino. En este sentido, El Emperador representa el arquetipo de gran padre que impele a discriminarse y singularizarse de la gran madre.

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Desde este punto de partida, la pregunta que surge en El Emperador es: ¿qué es lo que debe hacerse? ¿en qué dirección se espera que oriente la energía? Por cierto, así formulados estos cuestionamientos presuponen la existencia de un modelo previo, una autoridad que conoce la ley que impera en el mundo concreto de la materia y que ya ha predeterminado qué es lo que debemos desear. Esta es la arquetípica figura de gran padre, de aquel que representa el mandato que debemos honrar con nuestra acción y cuya continuidad debemos comprometernos a resguardar para asegurar la supervivencia tanto propia como del clan.

Desde la vivencia extrema del arquetipo de gran padre, es muy probable que la conciencia valore en exceso “el esfuerzo de sostener” o “ser responsable de que todos estén bien”. De este modo, se hace imprescindible resignificar lo que se interpreta por «esfuerzo» y «responsabilidad». Para hacerlo, consideremos la asociación ya enunciada entre Saturno y Marte como claves astrológicas para la comprensión del simbolismo de El Emperador.

Como punto de partida, acordemos que la relación entre el principio saturnino y el marciano representa la compleja alquimia entre autoridad y deseo. En este sentido, resulta fundamental comenzar observando qué ocurre con la expresión marciana cuando el principio saturnino de autoridad se proyecta al mundo externo. En principio, podríamos reconocer que cuando el límite restrictivo queda asociado a la voluntad de una figura de autoridad exterior se generan tres modos de reacción característicos: obediencia (cumplimiento), sometimiento (dependencia) o rebeldía (tiranía).

En la obediencia, la identificación absoluta con el modelo lleva a que la vitalidad del deseo quede asociada a la “vitalidad del mandato”, sacrificando la posibilidad de discriminación singular que ofrece lo marciano. Aquí se siente “como propio” un tipo de impulso y estímulo que, en verdad, se activa en el cumplimiento del modelo. La vitalidad que irradia ese acto de obediencia le pertenece a la autoridad, al referente de la norma, no ha sido generada por el ejecutor. No se trata de un deseo que brota o emana de ese ser, sino de un deseo que es “lo que ya estaba establecido que debía ser deseado”. Obedecer implicaría “desear lo que se debe”, y de este modo el deseo que potencialmente podría revelarse queda sumergido en sombra.

En el sometimiento, el impulso marciano a la diferenciación individual queda anulado, despotenciando a la totalidad del psiquismo y dejándolo en estado de extrema dependencia respecto al referente de autoridad. A diferencia del obediente, quien queda en posición de sometido anhela o ha intentado poner en juego su deseo, pero, confrontado con el mandato del modelo, ha sido inhibido o derrotado. El individuo quiere manifestar su propio impulso, pero siente que no puede porque la autoridad es la que sí puede o sabe hacerlo. Existe aquí un sentimiento de frustración del deseo, de claudicación en la expresión del propio valor.

Finalmente, en la rebeldía, el potencial de autonomía del impulso de Marte queda condicionado a expresarse por oposición al modelo. En verdad, el rebelde interpreta su “propio deseo” como lo opuesto a lo que cree que dictamina la norma: “deseo lo contrario a lo que se debe”. De manera que, inconscientemente, el verdadero referente de la orientación de su acción sigue siendo la misma autoridad tiránica a la que enfrenta. Aquí la actividad marciana es la que resulta de la fricción de la oposición con el modelo; no se trata de una vitalidad libre, sino profundamente condicionada.

Queda explícito que en estas tres variantes de relación entre Marte y Saturno predomina el antagonismo excluyente: cada polo pretende prevalecer sobre el otro. En este nivel de asociación sólo puede esperarse reactividad, tensión y rigidez. Y este es un posible despliegue de manifestación de El Emperador.

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Ahora bien, ¿qué posibilidad de vínculo creativo podemos encontrar entre Saturno y Marte? ¿hay alguna llave que permita abrir una síntesis de estas cualidades?

El primer paso es reconocer que ambas funciones forman parte del psiquismo como sistema. Nuestra psiquis, considerada como un todo, representa un sistema que requiere del cumplimiento de distintas funciones para desarrollarse en forma saludable, esto es, en armonía, equilibrio y adaptación con la totalidad del sistema. Y todas esas funciones (simbolizadas en astrología por los principios planetarios) son internas al sistema.

Así, una clave fundamental es percibir la función saturnina, no ya proyectada en el exterior, sino como constitutiva del sistema psíquico interno y vinculada funcionalmente con el principio marciano. Esto es, reconocer a Saturno, antes que como modelo externo de autoridad, como función ordenadora del sistema psíquico y que, como tal, está articulada con el resto de las funciones, lo cual incluye el deseo y la acción.

Desde este punto de vista, El Emperador propone la expresión de una síntesis integradora de la acción individual y el orden objetivo del mundo social, de la fuerza del deseo y los límites de la estructura en la que se gesta. Y sugiere algo más. Porque El Emperador nos recuerda que de la capacidad para llevar a cabo esta síntesis se generará efectos prácticos, hechos concretos, y así el deseo habrá devenido en obrar.

Este es el fuerte sentido de acción constructiva que imprime la imagen de El Emperador: una acción ajustada a racionalidad. Este arcano simboliza ese tipo de acción que se vale del conocimiento de las leyes con que opera la realidad manifiesta, y que por eso resulta sólida, segura como sostén. Y es desde este profundo rasgo de su cualidad que podemos apreciar que, antes que restringir e inmovilizar, la estabilidad que la estructura de El Emperador proporciona, en verdad, habilita nuevas exploraciones y dinamiza a la acción.

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Y, llegados a este punto, es interesante resignificar aquí aquello que entendemos por «esfuerzo», «autoridad» y «responsabilidad». Y para ello, utilizando la cualidad de El Emperador, vamos a valernos de la estructura misma de las palabras.

Por un lado, en su etimología, la palabra «esfuerzo» remite a «comunicar fuerza o dar fuerza, al empleo enérgico de vigor, valor y brío». Claramente parece aludir mucho más a la función marciana que a la saturnina. En palabras de Huston Smith en su libro La verdad olvidada: “Porque si bien toda actividad superflua y egoísta debe sosegarse, el objetivo de este aquietamiento es el de clarificar el camino para una acción auténticamente eficaz, una acción que se halla plena de fuerza, concentración y energía. Lejos de tornarla ineficaz la tendencia de este (segundo) tipo de acción a ‘adaptarse’ y evitar llamar la atención sobre sí incrementa su eficacia…”.

A su vez, la palabra «autoridad» hace referencia a la «calidad de autor», es decir, de «ser causante», con lo cual su significado tiene que ver con la «calidad de causar, de generar hechos». De este modo, podríamos interpretar que “tener autoridad” en cierta cuestión no deviene de ningún mandato impuesto ni ostentación de fuerza, sino de un reconocimiento por haber sido capaz de generar hechos al respecto, de haber comprometido acciones vitales que generaron formas concretas. El sentido de autoridad aparece ligado al poder de conducir el impulso vital hacia la construcción de estructuras que sirvan de sostén para procesos cada vez más complejos y profundos. De esta manera, con esta interpretación de la palabra «autoridad», nuevamente aparece, dentro de un concepto saturnino, la referencia a la vitalidad marciana, integrando ambas funciones masculinas e impidiendo que las veamos separadas.

Sin embargo, aún más esencialmente, El Emperador representa la necesidad de articulación entre géneros: el principio masculino del Fuego y el principio femenino de la Tierra, la chispa vital y la sustancia orgánica. En este nivel, esta imagen ya no opera como compensación masculina del movimiento hacia lo femenino producido en La Emperatriz, sino como una integración de ambos pulsos (o, por lo menos, como una compensación integradora).

Y es aquí donde el concepto de «responsabilidad» es el que necesita ser resignificado. Habitualmente consideramos que la responsabilidad tiene que ver con una carga. “Hacerse responsable” aparece asociado con “hacerse cargo”, con adquirir seriedad y sacrificar alegría, disfrute y sensibilidad. Este sentido de la responsabilidad tensiona, rigidiza, comprime.

No obstante, la raíz de la palabra «responsabilidad» parece estar queriendo indicar otra cosa. Podemos asociarla con «dar respuesta, tener capacidad de responder». «Ser responsable» tendría que ver entonces con «ser respuesta», con saber generar una acción adecuada a lo que cada situación objetiva indica. Sea cual fuera el desafío, nuestra responsabilidad sabrá responder con un acto firme y sólido que sepa, no negar ni resistir, sino asumir lo que plantea la realidad concreta, sustancial y orgánica. A este rasgo parece querer referirse Alejandro Jodorowsky cuando, en su libro La vía del tarot, encarnando la voz de El Emperador, dice: “Cuando me manifiesto en vuestro cuerpo, estáis en pleno equilibrio, sois incapaces de tropezar. Conmigo, el cuerpo es el centro del universo, está sostenido por una fuerza inmensa y puede hacer frente a cualquier cosa. Soy terriblemente tranquilo…colocadme en vuestro centro como una fuente inagotable, como la raíz de vuestro vuelo futuro. Entonces la angustia no os impedirá vivir ni realizaros, la impotencia y la pereza no dominarán vuestra acción”. Finalmente, en sintonía con nuestra asociación de la saturnina imagen de El Emperador con la cualidad marciana, destaca su capacidad de respuesta con el valor y coraje: “Soy vuestro guerrero interior, el que ve vuestras flaquezas y no flaquea”.

Y, por cierto, esta capacidad de respuesta requiere una altísima sensibilidad para percibir la situación, para apreciar profundamente todos los matices y complejidades del cuadro. Dar respuesta es un ejercicio de apertura sensible, no de constricción mental. Ser responsable es un acto de elasticidad y expansión de nuestra sensibilidad que nos permite el más amplio registro posible de la realidad, una percepción capaz de incluir lo explícito y evidente (exterior) tanto como lo implícito y velado (interior), abriendo desde allí el impulso y la fuerza de una respuesta.

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Así, en su convocatoria a la responsabilidad, El Emperador nos enseña una nueva vinculación de los principios femenino y masculino, bajo la forma de sensibilidad y acto. La respuesta dura, la responsabilidad rígida y forzada, está demostrando su incapacidad para incluir lo femenino; la respuesta confusa, la evitación de la responsabilidad con lo constructivo, su exclusión de lo masculino.

(Fragmento del libro “Tarot y Astrología”. Ed. Kier).


Respuestas

  1. excelente!!!

  2. Ya mismo voy a comprar el libro¡¡ Qué mirada abarcativa de los arquetipos Los felicito!

    • Gracias Viviana. Y felices de compartir el libro (espero críticas). Abrazo.

  3. Librazoooooooooo!!!! felicitaciones…excelente material de estudio y consulta…Saludos desde la tierra colorada- Adriana Sanchez

  4. Librazo! justamente la palabra que estaba pensando…

  5. Qué buen artículo!
    Y tienta leer todo el libro.
    Justo estaba buscando material para Saturno en Aires asi…comprender mejor mi carta.
    Muchas gracias por la generosidad de compartir este adelanto del libro. Exitos!
    Caro

    • Gracias Carolina. Pero antes que un adelanto, es un atraso: el libro es del 2006. Me hace feliz compartirlo a partir de ahora con vos. Abrazo

      • WOW!!!!! no puede ser que no lo tenga entonces! gracias

  6. Que bueno Ale!!!.. pusiste palabras clarísimas a algo a veces tan complejo. Muchas gracias por compartirlo!!

  7. Qué buen dúo hacen, me gusta mucho el enfoque.

  8. Excelente! Muy clarificador… como cuesta salir de la oposición deseo-deber! Este árticulo la hace caer a pedazos… Que tranquilizador! Muchas gracias!

    • Gracias Ivanna. La riqueza de los lenguajes simbólicos es que nos permite ver relación allí donde acostumbramos ver polarización. Abrazo

  9. Qué buena complementación que hacen los dos!… una combinación «responsable» para disfrutar de la buena lectura…allá voy!

  10. me reconcilia con el tarot que «se vende» tan superficialmente , esta visión analítica y profunda del Emperador. Y gracias por recordarme la existencia de este libro que olvidé, ( terrible error ) comprar en su momento.

    • Gracias Carmen. Su error no es tan terrible: ¡el libro todavía se vende!!!
      Abrazo

  11. ¡Maravillosa información!!!!. Gracias.

  12. super claro, tengo en mi natal marte-saturno en mismo grado en casa II, al principio sentía ese sometimiento, esa responsabilidad que me pesaba, pero cuando pasaron los años, fui integrando las dos energías, me di cuenta que fácil me era comprender, el deseo con la responsabilidad. gracias

  13. marte-saturno en casa siete, ahora estoy comprendiendo los efectos negativos de no tenerlos integrados,

  14. EXCELENTE ARTICULO !!! CLARO, CONTUNDENTE Y PRECISO, ME ENCANTO, GRACIAS.

  15. Esclarecedor totalmente. Entendiendo esto puedo decirle a mi luna piscis cuadratura urano tan sensible y rebelde, que ya puede estar «terriblemente tranquila» pues mi sol capri en cuadratura a marte, le construirá una casa de la que ya no tenga que mudarse. Y la luna pintará cuadros mientras el sol sale a buscar leña para el fuego y cuando venga le preparará la cena, así recobra energías y fuerzas para mañana plantar florcitas en el jardín de la casa, que ya se va pareciendo a un hogar.

    • Bueno, toda Luna merece descubrirse «terriblemente tranquila». Abrazo…

  16. Excelente.


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