Posteado por: alejandrolodi | 25 diciembre, 2016

Pertinencias astrológicas sobre Argentina (II): El espanto del discernimiento

Alejandro Lodi

(Diciembre 2016)

El vómito del insight

Foto: Verónica Romanenghi / Arte: Lola Uncal

(Viene de “Pertinencias astrológicas (I): Pobreza, corrupción y drogas”).

En la experiencia de una vida personal, el contexto del tránsito de Plutón a Luna (y Casa IV) natal es propicio para iniciar un profundo e intenso proceso terapéutico. En ese ritual de cura y transformación se suspenden las opiniones respecto a sí mismo, las posiciones fijas y, sobre todo, la necesidad de tener “todo bajo control”. En ese ritual nos convocamos a no ignorar, a reconocer, a ser conscientes. A ver lo hasta ahora temido, negado, reprimido, censurado, desconocido de sí mismo y de la historia familiar. La memoria dolorosa y, por eso, oculta.

Cuando Plutón transita la Luna natal anuncia la necesidad de que nuestros mecanismos de defensa (negación, represión, proyección, etc.) “salten por los aires” y quede al descubierto nuestra oscuridad emocional. Los mecanismos de defensa dan cierta paz, mientras que el discernimiento consciente intranquiliza y conmueve. Ver en uno mismo a los monstruos proyectados en los demás da náusea. La evidencia de la sombra genera espanto. El vómito del insight. Es el rey Edipo quitándose los ojos ante la verdad horrible. Las tinieblas de lo no sabido.

Esa posibilidad de transformación emocional, de reconocimiento íntimo y de liberación de miedos, representa el momento más delicado y rico de un proceso terapéutico. Pero también es el tiempo de la manifestación de la resistencia, la reacción autodestructiva y la cristalización de los mecanismos de defensa, a riesgo ya de patología psíquica.

Lo mismo ocurre con una entidad colectiva (ése es, al menos, mi supuesto). Por ejemplo, una sociedad nacional, un país. Por ejemplo, la Argentina.

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Un tránsito excepcional

La Argentina tiene este tránsito de Plutón en conjunción a la Luna natal entre 2016 y 2019 (en forma exacta entre 2017 y 2018). Un tránsito excepcional: por conjunción, el primero en su historia de 200 años.

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Imaginemos que nuestra sociedad argentina fuera a terapia. ¿Qué sería lo ignorado, lo negado, lo desconocido? ¿Quiénes serían los ignorados, los negados, los desconocidos? ¿Cuál sería la verdad horrible, el espanto que se ha preferido negar?

Muerte del fiscal Nisman. Muertos de Embajada de Israel. Muertos de AMIA (baldes con restos humanos congelados son descubiertos en dependencias policiales 22 años después). Muertos por adicción. Muertos por denunciar al narcotráfico (Norma Bustos, cura Juan Viroche). Muertos por desnutrición (Oscar Sánchez). Muertos por el uso político de la pobreza (Ariel Velazquez). Muertos en distintas formas de trata y abuso de personas. Todos reunidos en ser víctimas de diversas formas de mafias. Niños ladrones que matan. Niños que matan a ladrones. Mujeres abusadas y asesinadas. La violencia doméstica. La pesadilla adentro de casa.

Profundizando este (incompleto) listado se revela una verdad que no nos permite continuar refugiados en nuestras ideologías encantadas, una evidencia que nos exilia de los afectivizados credos del pasado.

Hoy los datos oficiales de la pobreza se han sincerado: uno de cada tres de nosotros. ¿Podemos imaginar la cantidad de testimonios que reuniría un registro oficial de víctimas del narcotráfico? ¿O el efecto cataclísmico de una política contra la corrupción que incluyera la figura -controvertida y efectiva- del “arrepentido”? La pregunta es si la estructura institucional de nuestra democracia podría contener y sostener el efecto de esas convocatorias. Y, a su vez, si existe posibilidad de madurez democrática sin asumir esa realidad de pobreza, corrupción y narcotráfico. Un auténtico doble vínculo. Un tema institucional y emocional (la magia de la correspondencia).

Esta realidad dolorosa genera víctimas sin nombre y muertos sin justicia. El primer paso para honrar a los muertos y al dolor es sincerar qué ha ocurrido con ellos. Saber la verdad. Esta es la actual violación de derechos humanos (DDHH), distinta a la que caracterizó la del los ’70.

Algunos de los dirigentes más notorios de DDHH responden al patrón ideológico que se corresponde con la situación del mundo de la guerra fría. El encanto ideológico de quienes fueron jóvenes idealistas en los ’60 y ’70. La generación de Plutón en Leo. Es urgente y necesario poner en consideración si la forma de comprender la política, la situación social y la situación del mundo propia de los ’70 es efectiva y funcional para comprender la realidad del siglo XXI y de la sociedad argentina de los últimos 30 años. Acaso el idealismo progresista de los ’70 resulte regresivo para responder el desafío que plantea la pobreza, la corrupción y el narcotráfico instalados como cultura en nuestra democracia. Aquella visión parece hablar de otra realidad, con el riesgo de disociación patológica. Cuando las consignas políticas se tornan anacrónicas y no pueden dar cuenta de la realidad presente se genera una voluntad militante nostálgica que pugna por distorsionar la realidad para que coincida (aun) con aquellas visiones inspiradoras en el pasado. En lugar de recrear, repiten. En vez de convocar, rechazan.

No se trata de cuestionar lo realizado en DDHH (ceder al hechizo de la polarización sería, en este punto, trágico), sino de recuperar vitalidad y sumar registro de una nueva calidad de demandas y también de deudas que aun se mantienen con el pasado. Atrevernos a la empatía con discernimiento, a ser sensibles al dolor que existe en nuestra sociedad y en nuestra historia con conciencia de nuestra participación y responsabilidad. Liberar a nuestra capacidad compasiva del cepo ideológico, de la necesidad de ajustar ese don a la conveniencia de posiciones políticas de facciones. Darnos cuenta de que, en la seguridad de nuestras ideologías, hemos acumulado deuda humanitaria. Se trata de animarnos a ampliar nuestro compromiso consciente con los derechos humanitarios más esenciales e impedirnos justificaciones, negaciones o indiferencias a sus violaciones. Y es bastante claro que este desafío excede el encuadre de las ideologías, porque involucra una íntima introspección, observar el propio corazón y dejar en silencio las argumentaciones del intelecto sagaz. Excede las ideas porque involucra al espíritu.

En ese sentido, la excitación vital de los últimos 12 años -encarnada en el relato histórico épico, la misión redentora de una facción esclarecida, la polarización política, el culto a la personalidad de los líderes- tiene por sentido el agotamiento de una creencia: la de contener (y comprender) las dificultades y desafíos del presente con la visión y los ideales del pasado, de pretender que la sociedad de hoy confirme y responda a los supuestos ideológicos del ayer en los que toda una generación hizo identidad, la expectativa de que el cambio transformador de la situación social surja de la voluntad de un líder providencial y mesiánico.

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Las prolijas tempestades

El anterior tránsito (por cuadratura exacta) de Plutón a la Luna natal de Argentina ocurrió entre 1979 y 1980. Y el anterior (por oposición) entre 1929 y 1931.

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En 1930 se produce la primera ruptura del orden constitucional, el primer golpe de Estado desde 1853. La casta militar encarna los valores de la Nación y se convierte en un poder político que está más allá de los límites de la Constitución. Entre 1977 y 1981, sale a la luz -de un modo incontenible e irreversible- la sombra de “la moral nacionalista y patriótica” imperante desde 1930: el desprecio por la vida, el autoritarismo represivo, la persecución moral, el hechizo de élite que encarna los valores de la Patria… Surge allí el movimiento de DDHH y la revalorización de la democracia.

Hoy, en el contexto del siguiente tránsito (por conjunción) de Plutón a la Luna natal, emerge la sombra de “la moral democrática y revolucionaria” que hemos desarrollado a lo largo de la historia: el encanto de generar enemigos, la justificación de la prepotencia y la violencia, la posesión absoluta de la verdad, la incapacidad de construir con otros…

En 1979-1980, con Plutón a la Luna se hace visible la verdad oculta del “idealismo de derecha”. En 2017-2018, con Plutón a la Luna se hace evidente lo negado del “idealismo de izquierda”. Al parecer, Plutón a la Luna señala el tiempo de hacer consciente la sombra de nuestras posiciones fijas, la sombra de nuestra “necesidad afectiva de creer” en determinadas ideas o personas, la sombra de permanecer replegados en identificaciones cerradas. Un momento propicio para transformar prejuicios ideológicos, modos de encerrar nuestras percepciones en categorías rígidas, liberarnos de esos encasillamientos dogmáticos y abrirnos a visiones más amplias, comprensivas y creativas. Un tiempo de madurar nuestra excitación adolescente y tomar responsabilidad adulta de nuestros actos, opiniones y posiciones, sin autoridades morales que brinden garantías. Un momento de madurez emocional colectiva a partir de perder inocencia e ingenuidad.

¿Qué sociedad democrática puede construirse a partir de la disolución de ese imaginario regresivo? ¿Qué  nuevo tipo de relaciones sociales pueden germinar a partir de ese salto de madurez?

(Continúa en “Pertinencias astrológicas (III):  El musguito en la piedra”).


Respuestas

  1. excelente tu trabajo Ale, como nos tenes acostumbrados: interpretaciones profundas, claras, objetivas, graciasss por compartirlas!!!

  2. Es un placer poder acceder a tus ilustraciones.
    Gracias, por compartirlas!


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